La Evangelización es toda actitud, gesto, acción, palabra, que transmite la Buena Noticia de Jesús: que Dios nos ama y nos posibilita para tener vida, y esa vida sea abundante. La evangelización es el elemento sustancial que despierta la esencia de la persona y le permite reconocer su dignidad y la del otro; a generar comunidad y el deseo de “dar a conocer a Jesucristo y hacerlo amar”
Se vive en la escuela a través del testimonio de los educadores, del ambiente de toda la comunidad, sobre todo con el espíritu de familia y de toda actividad académica, cultural, deportiva, artística y pastoral.
Cuando los discípulos de Jesús, camino a Emaús, se les unió una persona con la cual conversaron, les explicó lo que había pasado y les regresó el entusiasmo de vivir, de tal manera que dijeron, “nuestro corazón ardía al escucharlo”. Y justamente, eso significa catequesis, significa hacer resonar en el interior, la palabra que hace vibrar de contento y de entendimiento.
En esa misma narración, fue al sentarse a la mesa y compartir el pan que se les abrieron los ojos, se dieron cuenta de que era Jesús resucitado. Se llenaron de alegría y fueron a contarlo a los demás, a transmitir la palabra que les hizo arder su propio corazón.
De la misma manera, en la comunidad educativa, se está atento a acompañar a los estudiantes, a escuchar y dialogar, para que puedan entusiasmarse, a sentir su corazón que arde. Y se comparte la mesa del compartir el “pan”, el día a día, darse cuenta, reconocer su persona, su dignidad y la de los otros. Se invita a ser portador de Buenas Noticias.
En los espacios de catequesis, se reconoce la propia vivencia de fe y valora las creencias, actitudes y valores dados por la familia, situación que permite la apertura al diálogo inter religioso.
Sin importar la fe que profesen, o la etapa espiritual en la que se hallen las niñas, los niños, los adolescentes o los jóvenes, la catequesis escolar los acoge y les ayuda a su desarrollo integral, a crecer como persona de fe, integrada y esperanzada; contribuye a asumir una responsabilidad social, que les entusiasme en hacer un mundo mejor, con sus pequeñas o grandes acciones. Todo esto, a través de diversos programas.
Son un espacio curricular de 2 a 3 clases por semana, para compartir la fe, hacer propios los valores evangélicos, desde el conocer a Jesús, a María y la tradición cristiana. Dialogar sobre otras creencias, buscando la comprensión e inclusión. Espacio favorable para cuestionar, reflexionar y buscar fraternalmente, caminos de humanización. Diversos aprendizajes que orientan a la vivencia de la solidaridad.
Desde un clima de confianza y respeto, se detona el diálogo y la comprensión entre las diversas generaciones (abuelos, padres, jóvenes, niños), que dicen, que hacen, que aportan. Así se fortalece el Espíritu de Familia, propio del carisma.
Favoreciendo la cultura del Encuentro, se programa de forma anual o semestral, una jornada donde se promueve el encuentro consigo mismo, con los demás y con Dios. Desde un ambiente lúdico y fraterno, se fortalecen los procesos de aprendizaje de valores evangélicos, las actitudes y habilidades para una convivencia pacífica, plural y respetuosa.
Se acompaña de manera especial, la preparación a la Primera Comunión y la Confirmación, desde los momentos especiales que les toca vivir al estudiante y su familia (crecer en comunidad, tomar decisiones, ampliar compromisos). Viven la celebración de los sacramentos como encuentro con el Dios de la Vida que los lleva a celebrar la fe, la esperanza y el amor que experimenta en la comunidad fraterna. En unidad con la Iglesia local y universal.
Tanto cívicas como religiosas, son muy importantes en las obras maristas. Las celebraciones se viven de forma festiva, permiten la participación, rompen el individualismo y la competencia, favoreciendo la sensibilidad a la cooperación. La fiesta educa, porque fortalece la vivencia comunitaria, la participación entre iguales, aportan identidad y sentido de pertenencia.
Dentro de ellas, las celebraciones litúrgicas y propias del carisma, ayudan a leer nuestro presente y el futuro con esperanza.
Las Celebraciones Eucarísticas son un espacio privilegiado para desarrollar la espiritualidad, ampliar la fe, la esperanza y el amor en la comunidad educativa, así como su proyección social a los más necesitados y al entorno social en general.
Se vive de forma cotidiana en lo sencillo y en el espíritu de familia. Se establecen relaciones basadas en el afecto que propician un clima favorable para el aprendizaje de los valores y de la maduración personal. Se visibiliza también con la pedagogía de la presencia, esa “presencia” constante, que acompaña de manera personal, en lo académico y se amplía en actividades de tiempo libre, en lo deportivo, lo cultural, lo religioso. Se trata de “amarlos a todos por igual”, que con amor y respeto se acompaña en sus aprendizajes, a la vez que con firmeza y exigencia. El carisma nos lleva a los orígenes, la sensibilidad a los más necesitados, fortaleciendo un espíritu solidario, que forma parte del ambiente escolar.
En la comunidad marista, la espiritualidad se vive en procesos educativos evangelizadores, inspirados en el Espíritu de Jesús y desde el carisma fundacional del P. Champagnat. Existen espacios de sensibilidad (especialmente en los programas enumerados arriba) para incrementar las capacidades de contemplación y apertura hacia la vida y el Espíritu. Favorecer la capacidad de salir de sí mismo, ejercitándose en el diálogo, la empatía, la fraternidad y la solidaridad.
Aprendizaje desde el corazón, que permite mirar a sí mismo en profundidad. Mira a los demás como compañeros en el camino de la vida. Interioridad, paradigma educativo, es experimentado en la vida marista como invitación a vivir más lenta y profundamente. Aprender a poner atención a lo que ocurre, a experimentarse en unidad con uno mismo y con los demás. Contemplar y disfrutar la vida. Entrenamiento a la contemplación que ocurre en espacios especiales de talleres y en los espacios de las clases de educación de la fe, encuentros y celebraciones.
Es con las pequeñas rutinas de interioridad, que se entrena a la persona a estar atenta a lo que vive y lo que experimenta, para encontrar su propia esencia y avanzar en su madurez personal y comunitaria.
La Pastoral Juvenil Marista (PJM) es mucho más que un área pastoral: es un camino y una experiencia viva. Nace del corazón de Marcelino Champagnat y de todos los que soñamos con una juventud plena, libre y comprometida. Es un espacio donde niñas, niños, adolescentes y jóvenes descubren que su vida tiene sentido y fuerza transformadora; donde cada paso, cada encuentro y cada experiencia está pensada para acompañarles, escucharles y animarles a ser protagonistas de su propia historia.
En la PJM no solo se “habla” del proyecto de Jesús: se vive. Se cultiva una pedagogía encarnada, que respeta los ritmos y contextos de cada quien, y que impulsa a los jóvenes a discernir su proyecto de vida, crecer en comunidad y comprometerse con la transformación de su realidad.
Aquí, la Buena Noticia se convierte en taller, en campamento, en asamblea, en amistad, en servicio, en canto y en oración compartida.
Nuestro sueño es consolidar la PJM como un lugar privilegiado para el encuentro con Jesús, donde cada joven se sepa amado, acompañado y llamado a dar lo mejor de sí; donde cada experiencia sea una oportunidad para descubrir su vocación, fortalecer su liderazgo y construir, juntos, un mundo más justo, fraterno y lleno de esperanza.
Es la puerta de entrada a la Pastoral Juvenil Marista para los más pequeños. Un espacio lúdico y formativo dirigido a niñas y niños de preescolar, donde a través del juego, la amistad y la creatividad van descubriendo valores maristas y el gusto por convivir en comunidad. Confeti siembra las primeras semillas de alegría, cuidado y fraternidad.
Movimiento para niñas y niños de 4º a 6º de primaria. Busca que vivan experiencias significativas de amistad, servicio y espiritualidad, aprendiendo a ser protagonistas de su propia vida desde edades tempranas. Mediante campamentos, convivencias y proyectos, aprenden a cuidar la Casa Común y a comprometerse con su entorno.
Dirigido a adolescentes de secundaria. Es un espacio para descubrirse a sí mismos, fortalecer su identidad y construir relaciones sanas. Ciudad Nueva impulsa la participación, el liderazgo y el servicio mediante asambleas, talleres y experiencias que conectan la fe con la vida cotidiana. Es el movimiento donde los jóvenes dan sus primeros pasos en liderazgo comunitario y protagonismo juvenil.
Es el espacio donde jóvenes universitarios profundizan su fe, consolidan su proyecto de vida y vinculan su carrera con el servicio social. Participan en procesos avanzados de liderazgo, ética y formación integral, y acompañan a los movimientos juveniles como mentores y animadores, convirtiéndose en puente entre la juventud marista y la vida adulta comprometida.
Pensado para jóvenes de bachillerato y preparatoria. Ofrece procesos más profundos de discernimiento personal, compromiso social y construcción de proyecto de vida. Aquí se consolidan como líderes juveniles y agentes de cambio, con oportunidades para acompañar a otros, coordinar actividades y vivir su espiritualidad de manera más autónoma y comprometida.
Son espacios participativos donde niñas, niños, adolescentes y jóvenes aprenden y ejercen la ciudadanía democrática desde la experiencia. A través del diálogo y la escucha activa, estas asambleas fomentan valores comunitarios, liderazgo compartido y construcción del bien común. Más que un simple mecanismo de representación, las asambleas son un laboratorio de democracia participativa, donde todos tienen voz, se practican acuerdos colectivos y se generan acciones concretas que transforman la vida escolar y comunitaria, en coherencia con los valores del Evangelio y del carisma marista.
Es una propuesta creativa y formativa que invita a las y los estudiantes, desde su propio salón de clase, a usar el arte como puente y herramienta para transformar realidades. Busca que cada joven alce su voz y se rebele constructivamente contra las injusticias y limitaciones del mundo, y al mismo tiempo se revele a sí mismo, mostrando quién es y qué tiene que aportar. Inspirado en el sueño de Marcelino Champagnat, Revbélate une técnica artística, expresión personal y compromiso social para que cada participante pueda crear, comunicar y generar cambio en su entorno. Existe dos modalidades: Creación literaria Artes escénicas y visuales.